Estilos de lectura

Jean Allouch ha señalado que la interpretación, entendida como interprétariat, implica ocupar una posición entre dos: “un escrito reconocido como difícil de un lado, y del otro alguien que no tiene acceso y se remite entonces al interpres. Este último le presenta el inaccesible escrito bajo la forma de enunciados más fáciles, más ‘claros’ se dice”.[1] El intérprete, por una suerte de intuición luminosa, pretende facilitar a otros la comprensión de un texto calificado de difícil u oscuro. A decir de Allouch, esa es la posición tomada por Jacques-Alain Miller con respecto a los escritos y los seminarios de Lacan. El trabajo de Miller se ha orientado por la pretensión de una “elucidación” de Lacan, tal y como tituló al conjunto de sus charlas brasileñas, así como a una revista que dirigió por algunos años.

En la sesión del 20 de febrero de 1973 del seminario Encore, Lacan le otorgó un valor de “esclarecimiento” a la primera parte del trabajo de Philippe Lacoue-Labarthe y Jean-Luc Nancy. La palabra “esclarecer” proviene de la forma latina exclarescere, compuesta por el prefijo ex– (de interior a exterior, idea de elevación o proceso) y por la raíz del adjetivo clarus (claro, luminoso, ilustre, inteligible). El vocablo “esclarecimiento” no es muy distinto al de “elucidación”, pues este último se compone por el prefijo ex– y el verbo lucidāre (aclarar, iluminar).  En ambos casos, el asunto en cuestión es el de echar luz sobre algo que, hasta ese momento, ha permanecido oscuro.

¿Es así como hay que definir el estilo de lectura que pusieron en juego ambos filósofos en su lectura de Lacan? Como lo mencionamos anteriormente, en la primera parte de su texto los autores ponen en marcha tres operaciones: una lectura simple (que se atiene a lo dicho y se limita a un solo escrito de Lacan), un comentario (reconociendo su carácter universitario) y un ejercicio de desciframiento (pero no de interpretación). En la segunda parte, en cambio, operan una estrategia deconstructiva que les permite situar las desviaciones y los desplazamientos efectuados por el discurso lacaniano, no sólo en cuanto a su recuperación de ciertas tesis de la lingüística de Saussure sino también, y especialmente, por la irrupción del nombre de Heidegger y su noción de «verdad».

Así entendido, ambos filósofos no pretenden ofrecer “elucidación” o “esclarecimiento” alguno, pero tampoco —ellos mismos lo advierten— buscan hacer una crítica. En cambio, el desciframiento que pusieron en marcha cumple con la exigencia que Lacan colocó en la “Obertura” de sus Écrits: “llevar al lector a una consecuencia en la que le sea preciso poner su parte”.[2] Esa exigencia se redobla al momento de abordar un texto como este, que requiere de un trabajo a través de otros textos para abrirse camino en la lectura. De este modo, no es una exageración decir que El título de la letra se coloca en las antípodas del estilo milleriano. De hecho, en un diálogo con Miller, durante el coloquio Du Séminaire aux séminaires. Lacan entre voix et écrit en 2006, Danielle Arnoux llegó a destacar precisamente que Le titre de la lettre de Lacoue-Labarthe y Nancy “no podía, en efecto, venir de su bando”.[3]

No sólo ambos filósofos no pertenecían al bando de Miller —compuesto en ese entonces por los normalistas que habían estudiado con Louis Althusser y por algunos de los que se hallaban reunidos alrededor de Cahiers por l’Analyse— sino que tampoco formaban parte del grupo que asistía asiduamente a los seminarios de Lacan. ¿Hasta qué punto esa distancia les permitió una lectura distinta de los escritos del psicoanalista francés? Distancia no solamente intelectual sino territorial. Tengamos en cuenta que Lacoue-Labarthe y Nancy pertenecían al cuerpo docente de la Universidad de Estrasburgo, y si tuviéramos que hablar de la pertenencia a un bando, no sería otro sino al de Jacques Derrida. Es por ello que Lacan, no sin cierta saña, los califica de “secuaces” o “subalternos”, y aunque indicaba que eso no implicaba disminuir su trabajo, el comentario no deja de tener cierto desdén.

Contamos con algunas palabras de Nancy con respecto a la asociación que se hizo de sus nombres (en caso de ser pronunciados) con el de Derrida. “Ser tratados como secuaces de Derrida fue hiriente para nosotros y molesto para Derrida. Si bien habíamos explorado algunas de sus intuiciones con mayor profundidad, solo nosotros fuimos responsables de este texto. Pero durante mucho tiempo, quizás para siempre, este libro significaba que nuestros dos nombres estaban asociados con el suyo”.[4] Lo cierto es que esta situación tuvo sus consecuencias.

La singularidad de un trabajo como El título de la letra no ha dejado de ser advertida. En El sexo de la verdad. Erotología analítica II, Allouch da algunos de los motivos por los cuales prefiere las transcripciones de los seminarios a los escritos (los papelitos, como él los llama) de Lacan. Antes de terminar, subraya: “La única excepción que confirma la regla según la cual ‘leer a Lacan (salvo la tesis y los primeros artículos) es leer los seminarios’ habrá sido la obra El título de la letra, una lectura ‘derridiana’ de ‘La instancia de la letra en el inconsciente’”.[5] No pasaremos de largo por este otro adjetivo que califica la lectura de ambos filósofos. Y cabe destacar que Allouch, así como lo hiciera Lacan, tampoco menciona los nombres de los autores.

Lo cierto es que el carácter de excepcionalidad que se le atribuye se explica por otras razones. El título de la letra fue publicado en 1973, meses antes de la publicación del seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, cuya edición corrió a cargo de Jacques-Alain Miller. Hasta esa fecha, no había edición alguna de los seminarios de Lacan. Ambos filósofos pudieron haber llegado a revisar las estenografías o incluso asistir ocasionalmente a algunas de las sesiones, sin embargo, no hay referencia alguna a los seminarios. En buena medida se trata de un encuentro directo con los Écrits de Lacan, o al menos con uno de ellos.


[1] Jean Allouch, “No se sostiene”, tr. Lucía Rangel, en me cayó el veinte, no. 36: Scripta volant, p. 85.

[2] Jacques Lacan, “Obertura de esta recopilación” en Escritos, t. 1, tr. Tomás Segovia, México, Siglo XXI, 2009.

[3] Las intervenciones de Jacques-Alain Miller y Danielle Arnoux pueden hallarse en línea: en el sitio Oedipe: <https://bit.ly/2Himg3m&gt;. Una versión en español de la respuesta de Danielle Arnoux se puede encontrar en e-diciones de la École lacanienne de psychanalyse: <https://bit.ly/2H7v1zA&gt;.

[4] Extracto de una entrevista a Jean-Luc Nancy en Benoît Peeters, Derrida: A Biography, tr. Andrew Brown, Cambridge, Polity Press, 2013, p. 250.

[5] Jean Allouch, El sexo de la verdad. Erotología analítica II, tr. Silvio Mattoni, Cuadernos de Litoral, Córdoba, 1999, p. 87.

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