“Por supuesto hay muchas muertes a lo largo de una vida.
La mayoría de las personas no se dan cuenta.
Creen que se mueren una vez y ya.
Pero basta con poner atención para darse cuenta
de que uno va y se muere a cada rato”.
Valeria Luiselli
Los ingrávidos
Ingrávidos son los cuerpos que no tienen peso, que son ligeros, livianos, justo como los fantasmas y los protagonistas (¿es que acaso pueden distinguirse?) que habitan la primera novela de Valeria Luiselli, Los ingrávidos. Un relato cuya estructura abismal lleva al lector de una ficción a otra ficción que se conecta con otra ficción. ¿Cuál es la historia que sirve como hilo conductor? Las varias historias se entrelazan, creando un tejido entre ellas.
Entre sus páginas pude hallar el eco de una lección que proviene de otra parte, la cual se condensa en el epígrafe que aquí he incluido. Vivimos las muertes de los demás, podemos llegar a padecerlas, e incluso terminamos conviviendo con sus fantasmas. No en pocas ocasiones, cuando su presencia adquiere un determinado peso, también somos perseguidos por ellos. Pero, ¿cuántas veces no nos morimos y dejamos un fantasma de nosotros mismos rondando por ahí? ¿Y hasta qué punto somos acechados por ese que creímos ser, ese que nunca fuimos o, incluso, que dejamos de ser?
En un diálogo de la novela, el niño mediano (pues, como Valeria Luiselli lo aclara, aunque es el mayor sigue siendo chico, por eso es mediano) le pregunta a su madre si los fantasmas de los que escribe dan miedo. Respuesta: “No, pero dan un poco de tristeza”. Extrañado, el niño pregunta si es acaso porque están muertos. Nueva respuesta: “No, no están muertos”. Precisamente, ahí radica la cuestión. También los fantasmas —tanto los ajenos como los propios— merecen una muerte definitiva, lo que en el hinduísmo se conoce como “segunda muerte” y a la que Jean Allouch le ha puesto un especial énfasis. Se trata de un momento en el que el fantasma es aniquilado y finalmente el duelo realizado.
El término sánscrito moksha, con el que se designa esta segunda muerte, la define como una liberación espiritual… ¿para el muerto o para el vivo? La pregunta no tiene por qué responderse eligiendo a uno de entre ellos, pues dicho gesto incide en ambos al cortar el lazo que los une. La ingravidez del fantasma deviene insoportable cuando su ausencia presente termina obnubilando una vida; reclama una muerte que hará más liviana la existencia, que habrá de darle santa paz. Un gesto así convoca, en última instancia, una relación distinta con la muerte, que tal vez conviene escribir en plural: las muertes, las de los demás y las propias.

