“El que está dispuesto a cambiar —dijo Shmuel—,
el que tiene el valor de cambiar,
siempre será considerado un traidor por aquellos
que no son capaces de ningún cambio,
tienen un miedo mortal a cualquier cambio,
no comprenden los cambios y aborrecen cualquier cambio.”
Amos Oz
Judas
En su libro Contra el fanatismo, Amos Oz identifica como fanáticos a aquellos que no conciben el cambio para consigo mismos, pero que, por el contrario, siempre quieren cambiar a los demás, al grado de procurar obligarlos a dicho cambio. Un proceder que en muchas ocasiones se disfraza de altruismo.
En efecto, el fanático es un gran altruista, cuya principal preocupación radica en salvarte, redimirte, transformarte por tu propio bien, llevarte por el buen camino. Pero si no devienes su seguidor o, peor aun, si osas quitarte del lugar que él mismo ha procurado para ti, entonces devienes un malagradecido, un desleal, un traidor.
Por cierto, Jacques Lacan denunciaba los resortes agresivos escondidos en todas las actividades llamadas filantrópicas, esas cuya tendencia es precisamente la de procurar el bien de las personas de manera “desinteresada”. ¿Cómo no percatarse de que el interés radica precisamente en ese afán por cambiar al otro a imagen y semejanza de uno mismo? Labor narcisista como pocas las hay.

