En el capítulo XI del libro Viajes extraordinarios por Translacania de François Perrier, después de la erupción final y catastrófica de “el Gran Jacques” (es decir, la muerte de Jacques Lacan), el Pachá —capitán del barco que abordó Perrier en la isla de los sobrevivientes— recordó que, en otra isla, durante su viaje mar adentro, se encontró a “un curioso personaje llamado Jean Al”, “una suerte de sabio inteligente, a la vez erudito y con los pies sobre la tierra”, quien le habló sobre el pase (asunto que era un misterio para el Pachá) y sobre Marguerite Duras. Para Jean Al: “ese Vicecónsul, el protagonista del libro, que esperaba su nombramiento en la India, traducía perfectamente esa forma de desubjetivación que es de esperar”. Después de ese breve intercambio, Jean Al le entregó al Pachá una carta —calificada por este último de “sibilina”— dirigida a Perrier, donde se explayaba un poco más al respecto. Transcribimos aquí su contenido: [1]
Querido Perrier:
Hay una dificultad que reside en considerar el pase como un momento. Si fuese posible que el pasante (o el ex pasante) diese testimonio directo, aunque sea para oídos analíticos, habría que considerar el dispositivo, ipso facto, como una fantasía de Lacan. En efecto, ese dispositivo privilegia el testimonio indirecto. La nominación depende de él y en eso reside no tanto la novedad o la necesidad (pienso que allí hay un factor de contingencia) sino la pertinencia, dado que el testimonio indirecto es el vehículo revelador de la desubjetivación.
De allí surge la pregunta: ¿acaso hay un modo de desubjetivación que no sea paranoico? Estoy trabajando en eso y me parece que este trabajo es el único marco donde se puede comprender lo que fue mi propio pase. Si hiciese un relato, no tendría ningún alcance. Intento enfocarlo desde el aspecto narrativo. La narratividad es poco adecuada para la desubjetivación. Creo que precisamente en eso acierta la literatura contemporánea. Por lo tanto, no sé cómo intervenir en la investigación de su amigo. Espero que allí se desarrollen algunos puntos que no se trataron en otra parte. En particular, el acento que se pone justificadamente sobre el complejo fraternal.
Saludos,
‘Al’
No sabemos exactamente qué de esta carta fue lo que le pareció sibilino al Pachá o, incluso, si fue a Perrier mismo a quien le dio esa impresión (la fabulación de su relato hace que este punto sea indecidible, pero no hay que olvidar que Perrier se opuso al pase desde su proposición). Un golpe de intuición nos dice que esa carta se trata de una respuesta negativa a ofrecer un relato de su experiencia del pase (“si hiciese un relato, no tendría ningún alcance”, “no sé cómo intervenir en la investigación de su amigo”). Por nuestra parte, formulamos algunas preguntas que se desprenden de su lectura: ¿cómo es que el Vicecónsul de Marguerite Duras traduce la desubjetivación esperada en el pase? ¿A qué se refiere con esa desubjetivación de la cual el vehículo revelador sería el testimonio indirecto? ¿Cómo es que la desubjetivación, que se esperaría en el momento del pase, sería paranoica? Por último, pero no menos importante, ¿quién es Jean Al?
No es difícil conjeturar que se trata de Jean Allouch, pues el cifrado de algunos nombres en el libro de Perrier es bastante débil, lo que permite ubicar en más de una ocasión a quién se refiere. En este caso, sólo se habrían omitido las cinco letras finales del apellido. Pero, por más evidente que esto aparezca, no haremos de este rasgo el más convincente. Existen otros elementos que proporcionan un mejor sustento para esta conjetura, como la evocación del Vicecónsul de Marguerite Duras.

En el marco de las “Jornadas de Lille” de la École freudienne de Paris, llevadas a cabo del 23 al 25 de septiembre de 1977, Jean Allouch presentó un texto titulado “La passe ratée du vice-consul” [El pase fallido del Vicecónsul], publicado en el número 22 de las Lettres de l’école en marzo de 1978. Poco después, una versión parcial y con ligeras modificaciones apareció en el número 12/13 de la revista Ornicar?, en una sección titulada “Fiction de la passe” [Ficción del pase]. En ambas versiones, Allouch advierte una similitud entre el dispositivo del pase, tal como fue establecido por Lacan en la “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, y el Vicecónsul, personaje retratado en dos obras de Marguerite Duras: El vicecónsul (1966) e India Song (1973), de la cual se filmó una película dos años más tarde.
La referencia al Vicecónsul y a estos textos de su autoría ha sido constante a lo largo de los trabajos de Jean Allouch.[2] Su importancia radica no sólo por la convergencia entre los dispositivos, el de la escritura de Duras y el del pase, sino por la situación subjetiva del Vicecónsul, la misma a la que se arribaría al final de la partida analítica: una destitución subjetiva, que también es denominada por Allouch como una desubjetivación.[3] Al hallazgo de esta convergencia Allouch le dio, de forma retrospectiva (après coup), el estatus de una iluminación. Procuremos calmar el ímpetu crítico que puede surgir a raíz de este vocablo, el cual, además de aparecer en la tesis de psiquiatría de Lacan y en la poesía, se presenta en algunas “religiones”, muchas veces tratando de dar cuenta de una experiencia de revelación, y retomemos una definición que Allouch ofrece:
[…] la iluminación sería portadora de un saber que ciertamente hace, de inicio, evidencia, hasta el punto de aparecer a veces como siendo en sí misma la clave, pero que no está menos en espera de su certeza; el estatus de este saber sigue siendo el del enigma, porque si hay entonces suposición de un sentido atribuido a ese saber, ese sentido nunca es sólo un sentido mas que cuando ese saber es puro saber de que hay algo que saber, sin que nunca sea del todo posible precisar qué.[4]
Una iluminación indica que la cosa va por ahí, pero no se tienen los recursos para explicar por qué ni cómo. Se trata de un saber enigmático, pues ofrece una pista o una clave que no logra precisarse, como si ésta se mostrara al mismo tiempo que se ocultara. Definida de este modo, nos parece que el carácter sibilino de la carta de Jean Al se halla fundado precisamente en la condición misma de su hallazgo: una iluminación que se resiste a la certeza, pero cuya evidencia se impone. Y si es verdad que una evidencia se vacía (une évidence s’évide), fue este el ejercicio al que Allouch se dispuso al tratar de dar cuenta de ella.
Ahora bien, luego de presentar su hallazgo en las “Jornadas de Lille” de 1977, Jacques-Alain Miller le habría hecho saber a Allouch que sus palabras no guardaban ningún interés. Se ofrece una acotación: “ningún interés para él, ciertamente, bastante opuesto a ese pase que él ha desviado de múltiples maneras luego de haber intentado, en un primer momento, desmembrarlo”.[5] Y, de inmediato, Allouch relata un episodio de su análisis:
Regreso a París el lunes por la mañana. Heme aquí de nuevo en el diván de Lacan. Una autocrítica imprevistamente se presenta (si la hubiera pensado de antemano, toda esta historia sería nula y no habría ocurrido). La formulo: “¡Hice esa exposición en lugar de presentarme al pase!”. Lacan, divertido: “¡Pero claro, querido!”. Fin de la sesión.[6]
Esta anécdota carecería de relevancia si no tuviera un valor de enseñanza. En este caso, se trata de una indicación con respecto al final de la partida analítica, de su cierre, del pasaje de analizante a analista. A decir de Allouch, el pronunciamiento que hizo Lacan durante esa sesión no estaba fuera de lugar, si es verdad que una inscripción —y el pase lo es— no se realiza estando solo, aun cuando uno esté solo al inscribirse. Tampoco habría sido ajeno al propio funcionamiento del dispositivo del pase, tal como se practicaba en aquel entonces, pues un matiz burocrático, introducido por Jean Clavreul, llevaba a verificar que el passant no hubiera emprendido la gestión del pase sin acuerdo de su analista. Con su pronunciamiento —concluye Allouch— Lacan se dirigía a su libertad, la misma a la que él se había rehusado al exponer dicho texto en las jornadas.
Lo anterior permite ubicar que, si bien el texto “La passe ratée du vice-consul” [El pase fallido del Vicecónsul] fue redactado, presentado y publicado antes de que Allouch atravesara por la experiencia del pase, su posicionamiento subjetivo era ese que se encontraba en el Vicecónsul. No podría ser de otro modo. Si es cierto que una iluminación, aunque no pase por la literalidad del significante sino por una magia de los signos (en palabras de Valentin Retz[7]), posee un verdadero alcance subjetivo, ésta sólo puede acontecer para alguien implicado o convocado por ella. Recordemos la definición lacaniana de signo: es lo que significa algo para alguien. En este caso, el hallazgo de esta convergencia tuvo lugar justamente porque Allouch estaba implicado subjetivamente en ello y podía significarle algo. Nada más, pero nada menos.
En envíos subsecuentes de este scriptorium presentaremos una revisión puntual del texto “La passe ratée du vice-consul” [El pase fallido del Vicecónsul] de Jean Allouch, recuperando las dos versiones publicadas, así como “La proposición…” de Lacan y las obras de Duras. El objetivo será revisar y prolongar algunos de los planteamientos ahí formulados. No sabemos si un trabajo así logrará despejar el costado sibilino que el Pachá (o el propio Perrier) hallaba en la carta de Jean Al; en el peor de los casos, se podría terminar alimentando aún más el misterio que envuelve a sus declaraciones. Lo cierto es que el asunto no puede definirse de antemano, hay que hacer el recorrido para juzgar su resultado.

Algunos de los materiales consultados pueden ser descargados desde aquí:
- Allouch, Jean; “La passe ratée du vice-consul”, Lettres de l’école freudienne, nº 22: Journées de Lille, París, 1978, pp. 397-406. [Descargar]
- Allouch, Jean; “La passe ratée du vice-consul”, Ornicar ?, nº 12/13: Sur la passe, París, 1978, pp. 164-172. [Descargar]
- Allouch, Jean; “El pase fallido del vicecónsul”, tr. Nora Garita, Página Literal, n° 5/6, San José, 2006. En línea: [https://bit.ly/3bUTJlU]
- Duras, Marguerite; El Vicecónsul, tr. Enrique Sordo, RBA editores, Barcelona, 1993. [Descargar]
- Duras, Marguerite; Indian Song (1975). El filme puede ser visto en: < https://archive.org/details/IndiaSong_201709 >
- Perrier, François; Viajes extraordinarios por Translacania, tr. Margarita Mizraji, Gedisa, Buenos Aires, 1986. [Descargar]
Notas
[1] François Perrier, Viajes extraordinarios por Translacania, tr. Margarita Mizraji, Gedisa, Buenos Aires, 1986, pp. 83-84.
[2] Una búsqueda no exhaustiva en los trabajos de Allouch arroja las siguientes referencias: Letra por letra [1984], tr. Marcelo Pasternac, Nora Pasternac, Silvia Pasternac, Epeele, México, 2009, p. 324; “Note sur « cause et raison » en psychanalyse” [1992], en L’Unebévue, nº 1: Freud ou la raison depuis Lacan, Paris, Epel, 1992, p. 42; El psicoanálisis. Erotología analítica I [1998], tr. Silvio Mattoni, Ediciones Literales, Córdoba, 2017, p. 29; “¿Lacan? ¡Qué me importa!” [2001], en ¿Lacan? ¡Qué me importa!, tr. Marcos Esnal, Piraña ediciones / Notas de artefacto, Córdoba, 2020, p. 30; Jean Allouch, La escena lacaniana y su círculo mágico. Unos locos se sublevan [2017], tr. Silvio Mattoni, El cuenco de plata, Buenos Aires, 2020, pp. 50-51.
[3] La equivalencia entre “destitución subjetiva” y “desubjetivación” es planteada por Allouch en “Sobre la destitución subjetiva” [1985], tr. Beatriz Aguad, Litoral, nº 41: Nacida de la vergüenza, improvisación de un cáncer, Epeele, México, 2018, pp. 73-84.
[4] Jean Allouch, “Interpretación e iluminación” [1991], tr. Jorge Huerta, me cayó el veinte, nº 34: Un día con los griegos (Estación México), México, 2016, p. 181.
[5] Jean Allouch, La escena lacaniana…, op. cit., p. 50.
[6] Ibidem, pp. 50-51.
[7] Cfr. Valentin Retz, Negro perfecto, tr. Jorge Huerta, Agalmata Ediciones, 2016.

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